No hace todavía un año que el papa Benedicto XVI pidiera perdón por primera vez por los casos de pederastia y, al mismo tiempo, que los curas acusados por delitos sexuales sean juzgados. No hace todavía un año que las víctimas consideraran insuficiente y vacío, el ya anunciado gesto del sumo pontífice. No hace todavía un año. ¿Que mas puedo agregar?. ¿Y ustedes, que mas pueden agregar?. La noticia del intento de suicidio de un niño la leí hoy en el dirio Página 12 de Buenos Aires y la otra es del 20 de julio del 2008 y apareció en el Periódico de Barcelona. Mariana Hernández Larguía
El gobierno de la ciudad levantó la intervención a un hogar de "Felices los niños" pese a que los informes eran negativos.
El intento de suicidio de un niño prendió la alarma. La Justicia investiga presuntos abusos sexuales a un niño de ocho años del Hogar San José Obrero, de la fundación que dirigía Julio Grassi, y había ordenado una intervención que ahora levantó el Consejo de los Niños de la ciudad.
Por Carlos Rodríguez
En septiembre pasado, a partir del intento de suicidio de “Sebastián”, un niño 8 años, se abrió una investigación judicial por presuntos abusos sexuales en el Hogar Convivencial San José Obrero, del barrio porteño de Chacarita, que depende de la Fundación Felices los Niños, cuyo titular, Julio César Grassi, está siendo sometido a juicio oral, imputado por delitos similares. La Justicia dispuso que un equipo interdisciplinario designado por el Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del gobierno porteño realizara una “intervención informativa” para analizar la situación en el hogar, el accionar de sus máximos responsables –tres monjas guatemaltecas nombradas por la Fundación– y los riesgos a los que podrían estar expuestos los 46 chicos, de entre 7 y 17 años, allí internados. Tras cuatro meses de intervención, el Consejo ha dispuesto ponerle fin a pesar de que siguen siendo negativos los informes del equipo interdisciplinario del propio organismo, acerca de la situación en la que se encuentran los chicos (ver notas aparte). La Justicia no pudo confirmar, hasta ahora, que haya sido abusado sexualmente el chico que quiso suicidarse, pero se recibieron denuncias de otros niños que dicen haber sido violados o que tomaron conocimiento de violaciones cometidas por adolescentes que conviven con ellos en el hogar. Página/12 intentó consultar a las autoridades del Consejo, pero la única respuesta fue que el caso “está en manos de la Justicia”.
De acuerdo con lo que figura en el expediente judicial, al que tuvo acceso Página/12 a través de fuentes judiciales y del propio equipo técnico de la “intervención informativa”, un niño de 8 años que no es “Sebastián” dijo en la Cámara Gesell que tres chicos “a la noche”, en el Hogar San José, le hicieron “cosas horribles”. Según el relato, al chico lo ataron de las manos con la correa de un perro y entonces “empezaron a hacerlo”. El niño dice que estaba “sin ropa” y que lo empezaron a manosear por todos lados. “Me veían con cara de novia”, declaró el pequeño, que proviene de una familia de escasos recursos, con problemas de violencia familiar. El chico está internado en el lugar junto con algunos de sus hermanitos. A pesar de la situación vivida, el niño que denunció haber sido abusado permanece en el Hogar San José Obrero.
Una niña internada en el hogar dijo que ella supo que a una compañerita, L., de 12 años, “le pasó” algo similar a lo que relató el chico de 8 años que no es “Sebastián”. La niña que habló sobre lo que le pasó a su compañerita sostuvo que lo ocurrido “son secretos, yo no lo puedo decir. La propia L. me lo dijo. Pregúntele a ella”. Cuando fue llamado a declarar, “Sebastián”, el chico que intentó suicidarse atándose en el cuello un cable que colgaba de una viga del techo, respondió siempre con evasivas. “No me gusta hablar, no quiero (...) No me acuerdo (...) No tengo ganas de hablar”, fueron las únicas frases que pudieron sacarle los psicólogos que intentaron saber las razones por las cuales intentó quitarse la vida.
El informe de los especialistas dice que el chico presenta un cuadro de “vulnerabilidad emocional, déficit defensivo, dificultades en aceptación de límites, conducta hiperquinética e impulsiva, posibilidad de conductas de riesgo”. La reticencia a hablar que demostró durante las entrevistas determinó que “no sea posible aseverar que el niño haya padecido abuso sexual”. La directora del hogar es la monja guatemalteca Olivia Jiménez, que al igual que las otras dos religiosas a cargo pertenecen a la Comunidad de Hermanas de Marta y María, fundada en el año 1979, en la localidad de Jalapa, Guatemala, por monseñor Miguel Angel García Aráuz.
La hermana Olivia, como la llaman en el hogar, declaró que sobre los presuntos abusos sexuales se había pedido un informe “a una psicóloga de la institución”, en referencia a la Fundación Felices los Niños. De todos modos, en la documentación reunida en el marco de la investigación judicial, “no se han encontrado informes sobre dicha consulta”, de manera tal que no hay certeza acerca de si efectivamente se ordenó un sumario interno para corroborar si hubo abusos.
Las declaraciones de los niños llamados como testigos en la investigación judicial, de acuerdo con la información reunida en el expediente a la que pudo acceder este diario, fueron reticentes por lo general y en algunos casos coincidieron con expresiones públicas formuladas por responsables de la Fundación Felices los Niños. Una niña, B. M., admitió que ella se pone “mal” cuando “se pone a llorar (Sebastián)” porque “se suicida”. La misma chica que hizo tal afirmación, luego sostuvo que “él no se quiere suicidar, sino que le gusta jugar con el cable” con el que se había atado el cuello.
En octubre del año pasado, cuando se conoció en forma pública el intento de suicidio, el sacerdote Julio César Grassi trató de minimizar lo ocurrido: “Se puso un cable al cuello para llamar la atención de una docente pidiéndole que lo adopte”. El apoderado de la Fundación, Ricardo Muro, dijo por su parte que el chico “juega al ahorcado” y negó que hubiera tenido intenciones de suicidarse. Sin embargo, una psicopedagoga hizo un informe en el cual se afirmó que Sebastián “estaba sumergido en una crisis total” y que se resistió a bajarse del pupitre sobre el que se había subido para atarse el cable al cuello.
La psicopedagoga Constanza Biondi trabaja en el Colegio Santa Teresa de los Andes, que ocupa un sector dentro del predio ubicado en Charlone 753, en el barrio de Chacarita, donde también está el Hogar San José, cuyos internos concurren al establecimiento educativo. “Llegó muy mal, muy angustiado, no quería trabajar, se encaprichó y se puso a llorar”, dijo Biondi en su informe. “El director (de la escuela) logró calmarlo y llevarlo a la dirección.” El chico, con el cable al cuello, amenazaba con tirarse del pupitre y ahorcarse.
Esto ocurrió el 2 de septiembre del año pasado y recién el 26 de ese mes el caso llegó a la Justicia, por una denuncia presentada por el obispo Horacio Benites Astoul, de la Vicaría Episcopal de Belgrano, de la que depende el colegio. La presentación fue hecha ante el defensor de menores Marcelo Jalil, quien de inmediato concurrió al hogar, con el propósito de entrevistarse con “Sebastián”. Eso no fue posible. Le dijeron que el chico había sido trasladado a la sede de la Fundación Felices los Niños, en la localidad bonaerense de Hurlingham.
La psicopedagoga Biondi, al describir el estado de “Sebastián” el día de los hechos, dijo que “apretaba los puñitos y tenía una tensión en el cuerpo terrible”, lo que le impidió contar lo que le había sucedido para llegar hasta el intento de suicidio. “De eso no se habla”, respondió el chico cuando fue consultado por la secretaria del director de la escuela. Siempre de acuerdo con el informe de Biondi, un alumno de quinto grado se acercó a una de las maestras de cuarto
grado y le dijo: “Acá empezaron otra vez los abusos”.
En el informe de la psicopedagoga se mencionan situaciones que son las que hacen posible que los chicos más grandes cometan abusos, de todo tipo, con los más pequeños. “Como no hay gente que los cuide, dejan a los más grandes a cargo de los más chicos. Y ahí se arman ciertos circuitos de poder, de abusados y de abusadores que seguramente también lo padecieron.” Según Biondi, los chicos viven en el hogar “como exiliados en un lugar gris, donde no importa si se bañan o no, si se lavan los dientes o si se ponen ojotas un día de diez grados”.
El caso del intento de suicidio es investigado por la jueza Miriam Ruth de Estrada, quien abrió una causa por “protección especial” del menor que protagonizó el incidente y ordenó el secuestro de los legajos de los 46 chicos que están institucionalizados. Allí comprobó que los legajos no existían. Por otra parte, el defensor Jalil hizo una denuncia penal por abuso de menores ante el Juzgado de Instrucción Nº 32, a cargo del juez Carlos Bruinard. El apoderado de la Fundación, Ricardo Muro, presentó después el informe de una psicóloga, según el cual “Sebastián” se había atado el cable al cuello “para llamar la atención”.
La falta de personal especializado que cuide a los chicos durante las 24 horas del día, denunciado por la psicopedagoga Biondi, fue corroborada en varios de los informes elevados al Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del gobierno porteño, cuyas máximas responsables son Jessica Malegarie y Gladys G. Suárez. Los informes fueron producidos por los especialistas designados por el propio Consejo para analizar la situación existente en el Hogar San José Obrero. Lo curioso es que, a pesar de los datos negativos señalados por los especialistas, el Consejo haya decidido (ver notas aparte) terminar con la “intervención informante” que había designado por solicitud de la Justicia.
Miembros del equipo técnico designado por el Consejo están “sorprendidos” por la decisión de las autoridades políticas del organismo. Los especialistas creen que “no se cumplieron las metas previstas al decidirse la intervención informativa y que no hubo una devolución hacia los chicos”, algunos de los cuales han confiado en los especialistas y están esperando un cambio importante en el funcionamiento interno del hogar. Los técnicos se preguntan si es posible confiar en que las actuales autoridades del Hogar San José, que estaban al frente del instituto cuando ocurrieron las irregularidades denunciadas, están en condiciones de designar y controlar al nuevo equipo que, en las actuales circunstancias, va a ser nombrado por la Fundación Felices los Niños, que ha venido negando en forma sistemática los abusos denunciados por los chicos.
Aunque ninguna de las autoridades judiciales quiso hablar sobre el tema, se sabe que habrá oposición, al menos por parte del defensor Jalil, a la intención del Consejo de hacer cesar la “intervención informativa”.
Por Carlos Rodríguez
En septiembre pasado, a partir del intento de suicidio de “Sebastián”, un niño 8 años, se abrió una investigación judicial por presuntos abusos sexuales en el Hogar Convivencial San José Obrero, del barrio porteño de Chacarita, que depende de la Fundación Felices los Niños, cuyo titular, Julio César Grassi, está siendo sometido a juicio oral, imputado por delitos similares. La Justicia dispuso que un equipo interdisciplinario designado por el Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del gobierno porteño realizara una “intervención informativa” para analizar la situación en el hogar, el accionar de sus máximos responsables –tres monjas guatemaltecas nombradas por la Fundación– y los riesgos a los que podrían estar expuestos los 46 chicos, de entre 7 y 17 años, allí internados. Tras cuatro meses de intervención, el Consejo ha dispuesto ponerle fin a pesar de que siguen siendo negativos los informes del equipo interdisciplinario del propio organismo, acerca de la situación en la que se encuentran los chicos (ver notas aparte). La Justicia no pudo confirmar, hasta ahora, que haya sido abusado sexualmente el chico que quiso suicidarse, pero se recibieron denuncias de otros niños que dicen haber sido violados o que tomaron conocimiento de violaciones cometidas por adolescentes que conviven con ellos en el hogar. Página/12 intentó consultar a las autoridades del Consejo, pero la única respuesta fue que el caso “está en manos de la Justicia”.
De acuerdo con lo que figura en el expediente judicial, al que tuvo acceso Página/12 a través de fuentes judiciales y del propio equipo técnico de la “intervención informativa”, un niño de 8 años que no es “Sebastián” dijo en la Cámara Gesell que tres chicos “a la noche”, en el Hogar San José, le hicieron “cosas horribles”. Según el relato, al chico lo ataron de las manos con la correa de un perro y entonces “empezaron a hacerlo”. El niño dice que estaba “sin ropa” y que lo empezaron a manosear por todos lados. “Me veían con cara de novia”, declaró el pequeño, que proviene de una familia de escasos recursos, con problemas de violencia familiar. El chico está internado en el lugar junto con algunos de sus hermanitos. A pesar de la situación vivida, el niño que denunció haber sido abusado permanece en el Hogar San José Obrero.
Una niña internada en el hogar dijo que ella supo que a una compañerita, L., de 12 años, “le pasó” algo similar a lo que relató el chico de 8 años que no es “Sebastián”. La niña que habló sobre lo que le pasó a su compañerita sostuvo que lo ocurrido “son secretos, yo no lo puedo decir. La propia L. me lo dijo. Pregúntele a ella”. Cuando fue llamado a declarar, “Sebastián”, el chico que intentó suicidarse atándose en el cuello un cable que colgaba de una viga del techo, respondió siempre con evasivas. “No me gusta hablar, no quiero (...) No me acuerdo (...) No tengo ganas de hablar”, fueron las únicas frases que pudieron sacarle los psicólogos que intentaron saber las razones por las cuales intentó quitarse la vida.
El informe de los especialistas dice que el chico presenta un cuadro de “vulnerabilidad emocional, déficit defensivo, dificultades en aceptación de límites, conducta hiperquinética e impulsiva, posibilidad de conductas de riesgo”. La reticencia a hablar que demostró durante las entrevistas determinó que “no sea posible aseverar que el niño haya padecido abuso sexual”. La directora del hogar es la monja guatemalteca Olivia Jiménez, que al igual que las otras dos religiosas a cargo pertenecen a la Comunidad de Hermanas de Marta y María, fundada en el año 1979, en la localidad de Jalapa, Guatemala, por monseñor Miguel Angel García Aráuz.
La hermana Olivia, como la llaman en el hogar, declaró que sobre los presuntos abusos sexuales se había pedido un informe “a una psicóloga de la institución”, en referencia a la Fundación Felices los Niños. De todos modos, en la documentación reunida en el marco de la investigación judicial, “no se han encontrado informes sobre dicha consulta”, de manera tal que no hay certeza acerca de si efectivamente se ordenó un sumario interno para corroborar si hubo abusos.
Las declaraciones de los niños llamados como testigos en la investigación judicial, de acuerdo con la información reunida en el expediente a la que pudo acceder este diario, fueron reticentes por lo general y en algunos casos coincidieron con expresiones públicas formuladas por responsables de la Fundación Felices los Niños. Una niña, B. M., admitió que ella se pone “mal” cuando “se pone a llorar (Sebastián)” porque “se suicida”. La misma chica que hizo tal afirmación, luego sostuvo que “él no se quiere suicidar, sino que le gusta jugar con el cable” con el que se había atado el cuello.
En octubre del año pasado, cuando se conoció en forma pública el intento de suicidio, el sacerdote Julio César Grassi trató de minimizar lo ocurrido: “Se puso un cable al cuello para llamar la atención de una docente pidiéndole que lo adopte”. El apoderado de la Fundación, Ricardo Muro, dijo por su parte que el chico “juega al ahorcado” y negó que hubiera tenido intenciones de suicidarse. Sin embargo, una psicopedagoga hizo un informe en el cual se afirmó que Sebastián “estaba sumergido en una crisis total” y que se resistió a bajarse del pupitre sobre el que se había subido para atarse el cable al cuello.
La psicopedagoga Constanza Biondi trabaja en el Colegio Santa Teresa de los Andes, que ocupa un sector dentro del predio ubicado en Charlone 753, en el barrio de Chacarita, donde también está el Hogar San José, cuyos internos concurren al establecimiento educativo. “Llegó muy mal, muy angustiado, no quería trabajar, se encaprichó y se puso a llorar”, dijo Biondi en su informe. “El director (de la escuela) logró calmarlo y llevarlo a la dirección.” El chico, con el cable al cuello, amenazaba con tirarse del pupitre y ahorcarse.
Esto ocurrió el 2 de septiembre del año pasado y recién el 26 de ese mes el caso llegó a la Justicia, por una denuncia presentada por el obispo Horacio Benites Astoul, de la Vicaría Episcopal de Belgrano, de la que depende el colegio. La presentación fue hecha ante el defensor de menores Marcelo Jalil, quien de inmediato concurrió al hogar, con el propósito de entrevistarse con “Sebastián”. Eso no fue posible. Le dijeron que el chico había sido trasladado a la sede de la Fundación Felices los Niños, en la localidad bonaerense de Hurlingham.
La psicopedagoga Biondi, al describir el estado de “Sebastián” el día de los hechos, dijo que “apretaba los puñitos y tenía una tensión en el cuerpo terrible”, lo que le impidió contar lo que le había sucedido para llegar hasta el intento de suicidio. “De eso no se habla”, respondió el chico cuando fue consultado por la secretaria del director de la escuela. Siempre de acuerdo con el informe de Biondi, un alumno de quinto grado se acercó a una de las maestras de cuarto
grado y le dijo: “Acá empezaron otra vez los abusos”.
En el informe de la psicopedagoga se mencionan situaciones que son las que hacen posible que los chicos más grandes cometan abusos, de todo tipo, con los más pequeños. “Como no hay gente que los cuide, dejan a los más grandes a cargo de los más chicos. Y ahí se arman ciertos circuitos de poder, de abusados y de abusadores que seguramente también lo padecieron.” Según Biondi, los chicos viven en el hogar “como exiliados en un lugar gris, donde no importa si se bañan o no, si se lavan los dientes o si se ponen ojotas un día de diez grados”.
El caso del intento de suicidio es investigado por la jueza Miriam Ruth de Estrada, quien abrió una causa por “protección especial” del menor que protagonizó el incidente y ordenó el secuestro de los legajos de los 46 chicos que están institucionalizados. Allí comprobó que los legajos no existían. Por otra parte, el defensor Jalil hizo una denuncia penal por abuso de menores ante el Juzgado de Instrucción Nº 32, a cargo del juez Carlos Bruinard. El apoderado de la Fundación, Ricardo Muro, presentó después el informe de una psicóloga, según el cual “Sebastián” se había atado el cable al cuello “para llamar la atención”.
La falta de personal especializado que cuide a los chicos durante las 24 horas del día, denunciado por la psicopedagoga Biondi, fue corroborada en varios de los informes elevados al Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del gobierno porteño, cuyas máximas responsables son Jessica Malegarie y Gladys G. Suárez. Los informes fueron producidos por los especialistas designados por el propio Consejo para analizar la situación existente en el Hogar San José Obrero. Lo curioso es que, a pesar de los datos negativos señalados por los especialistas, el Consejo haya decidido (ver notas aparte) terminar con la “intervención informante” que había designado por solicitud de la Justicia.
Miembros del equipo técnico designado por el Consejo están “sorprendidos” por la decisión de las autoridades políticas del organismo. Los especialistas creen que “no se cumplieron las metas previstas al decidirse la intervención informativa y que no hubo una devolución hacia los chicos”, algunos de los cuales han confiado en los especialistas y están esperando un cambio importante en el funcionamiento interno del hogar. Los técnicos se preguntan si es posible confiar en que las actuales autoridades del Hogar San José, que estaban al frente del instituto cuando ocurrieron las irregularidades denunciadas, están en condiciones de designar y controlar al nuevo equipo que, en las actuales circunstancias, va a ser nombrado por la Fundación Felices los Niños, que ha venido negando en forma sistemática los abusos denunciados por los chicos.
Aunque ninguna de las autoridades judiciales quiso hablar sobre el tema, se sabe que habrá oposición, al menos por parte del defensor Jalil, a la intención del Consejo de hacer cesar la “intervención informativa”.
El Papa pide perdón por primera vez por los casos de pederastia
Benedicto XVI exige en Sídney que los curas acusados de abusos sexuales sean juzgados
Las víctimas consideran insuficiente y vacío el ya anunciado gesto del Pontífice
Las víctimas consideran insuficiente y vacío el ya anunciado gesto del Pontífice
El Periódico / Sídney
Son solo palabras, pero una cosa es reconocer que se siente vergüenza y otra pedir perdón.
Tras años de prudencia en torno a los miles de escándalos sexuales que han salpicado a la Iglesia católica durante los últimos años, e incluso de tolerancia con los encubridores de los abusos a menores, el Papa se mostró ayer más enérgico que nunca en la condena a los curas pederastas.El cambio de actitud del Vaticano sobre tan espinoso asunto comenzó a vislumbrarse el pasado abril, durante la visita del Pontífice a Estados Unidos. Sin embargo, Benedicto XVI se limitó entonces a decir que sentía una "profunda vergüenza". Esta vez, en la misa celebrada en la catedral de Santa María de Sídney con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, Joseph Ratzinger fue más allá. "Siento profundamente el dolor que las víctimas han padecido --declaró--. Como su pastor, comparto ese sufrimiento". Aun así, quienes padecieron los abusos sexuales perpetrados en Australia, un país en el que 107 sacerdotes han sido condenados por este delito, tacharon el gesto de insuficiente y vacío.TRAICIÓN A LA CONFIANZAAunque justo antes de llegar a Sídney Benedicto XVI anunció que pediría per-dón por los abusos sexuales, sus palabras de ayer sorprendieron por una intensidad no conocida. Lejos de quedarse en una petición de disculpas ya de por sí reseñable, el Pontífice exigió que los culpables de los delitos fueran juzgados y condenados por los tribunales, algo que tampoco dijo en Estados Unidos. "Me gustaría detenerme para reconocer la vergüenza que todos nosotros tenemos que sentir como resultado de los abusos sexuales a menores cometidos por algunos sacerdotes y religiosos en este país --afirmó el Papa ante la jerarquía del clero australiano--. Esas fechorías, que constituyen una traición a la confianza y han causado un gran daño al testimonio de la Iglesia, merecen una condena inequívoca. Las víctimas deben recibir compasión y cuidado y los responsables de tales males deben ser llevados ante la justicia. Siento profundamente el dolor que las víctimas han padecido". Nunca antes se había escuchado ni a este ni a ningún Papa anterior unas disculpas tan inequívocas como las ofrecidas en la catedral de Sídney.
ACTOS, NO PALABRASSin embargo, pese a lo histórico de las palabras papales, Anthony Foster, padre de dos niñas violadas por un sacerdote de Melbourne --Emma, que se suicidó a principios de este año, y Katherine, que sufría alcoholismo y tuvo un accidente que le dejó una grave minusvalía física y mental--, dijo que "unas disculpas tan remotas están a años luz del valor que tendría una petición de perdón directa y personal". Porque Foster, en rigor, no escuchó las disculpas de Benedicto XVI. Como el resto de las víctimas de los curas pederastas, tuvo que conformarse con estar fuera de la catedral de Sídney, donde también se concentraron cerca de 1.000 manifestantes contrarios a Ratzinger, que se besaron entre sí, gritaron "¡el Papa está equivocado!" y lanzaron al aire cientos de condones inflados.Entre las 3.400 personas que atendieron a la misa de ayer, por tanto, no había ninguna persona que hubiese denunciado abusos sexuales a manos de sacerdotes católicos. "Si pides perdón a una víctima, lo haces directamente, le dices que lo sientes y buscas medidas para ayudarle", declaró a Efe Chris McIsaac, presidente de Broken Rites (Ritos Rotos, en castellano), una asociación que esperaba del Papa "actos" y no "solo palabras". De acuerdo con McIsaac, varias víctimas de curas pederastas ha-bían pedido una audiencia con el Pontífice que no les fue concedida. El pasado abril, en la sede de la nunciatura en Washington, Benedicto XVI sí se reunió con quienes habían sufrido los abusos sexuales de sacerdotes norteamericanos. El Pontífice definió entonces el encuentro como "muy emotivo".
Tras años de prudencia en torno a los miles de escándalos sexuales que han salpicado a la Iglesia católica durante los últimos años, e incluso de tolerancia con los encubridores de los abusos a menores, el Papa se mostró ayer más enérgico que nunca en la condena a los curas pederastas.El cambio de actitud del Vaticano sobre tan espinoso asunto comenzó a vislumbrarse el pasado abril, durante la visita del Pontífice a Estados Unidos. Sin embargo, Benedicto XVI se limitó entonces a decir que sentía una "profunda vergüenza". Esta vez, en la misa celebrada en la catedral de Santa María de Sídney con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, Joseph Ratzinger fue más allá. "Siento profundamente el dolor que las víctimas han padecido --declaró--. Como su pastor, comparto ese sufrimiento". Aun así, quienes padecieron los abusos sexuales perpetrados en Australia, un país en el que 107 sacerdotes han sido condenados por este delito, tacharon el gesto de insuficiente y vacío.TRAICIÓN A LA CONFIANZAAunque justo antes de llegar a Sídney Benedicto XVI anunció que pediría per-dón por los abusos sexuales, sus palabras de ayer sorprendieron por una intensidad no conocida. Lejos de quedarse en una petición de disculpas ya de por sí reseñable, el Pontífice exigió que los culpables de los delitos fueran juzgados y condenados por los tribunales, algo que tampoco dijo en Estados Unidos. "Me gustaría detenerme para reconocer la vergüenza que todos nosotros tenemos que sentir como resultado de los abusos sexuales a menores cometidos por algunos sacerdotes y religiosos en este país --afirmó el Papa ante la jerarquía del clero australiano--. Esas fechorías, que constituyen una traición a la confianza y han causado un gran daño al testimonio de la Iglesia, merecen una condena inequívoca. Las víctimas deben recibir compasión y cuidado y los responsables de tales males deben ser llevados ante la justicia. Siento profundamente el dolor que las víctimas han padecido". Nunca antes se había escuchado ni a este ni a ningún Papa anterior unas disculpas tan inequívocas como las ofrecidas en la catedral de Sídney.
ACTOS, NO PALABRASSin embargo, pese a lo histórico de las palabras papales, Anthony Foster, padre de dos niñas violadas por un sacerdote de Melbourne --Emma, que se suicidó a principios de este año, y Katherine, que sufría alcoholismo y tuvo un accidente que le dejó una grave minusvalía física y mental--, dijo que "unas disculpas tan remotas están a años luz del valor que tendría una petición de perdón directa y personal". Porque Foster, en rigor, no escuchó las disculpas de Benedicto XVI. Como el resto de las víctimas de los curas pederastas, tuvo que conformarse con estar fuera de la catedral de Sídney, donde también se concentraron cerca de 1.000 manifestantes contrarios a Ratzinger, que se besaron entre sí, gritaron "¡el Papa está equivocado!" y lanzaron al aire cientos de condones inflados.Entre las 3.400 personas que atendieron a la misa de ayer, por tanto, no había ninguna persona que hubiese denunciado abusos sexuales a manos de sacerdotes católicos. "Si pides perdón a una víctima, lo haces directamente, le dices que lo sientes y buscas medidas para ayudarle", declaró a Efe Chris McIsaac, presidente de Broken Rites (Ritos Rotos, en castellano), una asociación que esperaba del Papa "actos" y no "solo palabras". De acuerdo con McIsaac, varias víctimas de curas pederastas ha-bían pedido una audiencia con el Pontífice que no les fue concedida. El pasado abril, en la sede de la nunciatura en Washington, Benedicto XVI sí se reunió con quienes habían sufrido los abusos sexuales de sacerdotes norteamericanos. El Pontífice definió entonces el encuentro como "muy emotivo".
5 comentarios:
Indignante, Mariana, asqueroso, nauseabundo. Y la gente se entera y sigue llendo a darse golpes de pecho... los curas son humanos, dicen... ¿humanos? son unos monstruos!
Fraga, gracias por escribir, aprovecho que estoy en un curso obligatorio de informatiaca (por mi trabajo)y nos han dado un rato de descanso para contestarte. Realmente no hay adjetivos que puedan dar cuenta del horror y la ignominia que todo esto significa. Por suerte quedamos muchos a lo que frente a estos hechos nos domina el asco y la nausea
Coincido plenamente con los anteriores.Triste y con verguenza ajena.
Oye , ¿ Por Que hay una cabeza dentro de la otra?
Ya lo decían los libertarios del siglo pasado: "La única iglesia que ilumina es la que arde"...
¿Como habra sido la vida de Ceferino Namuncurá?
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