lunes, 14 de marzo de 2011

La rueda de la fortuna


Una nota aparecida en el diario La Capital de Rosario y una ilustración de el Tomi representando la rueda de la fortuna según las cartas del tarot. Para observar, leer y reflexionar. Mejor no agrego mas nada. Abur. Mariana Hernández Larguía.

"Me dieron por muerta en una zanja y yo sólo rogaba poder salir de ahí"

Por María Laura Cicerchia / La Capital

Hace un año que Silvana Giménez escribe la misma historia en un cuaderno. Cuenta lo que le pasó una madrugada de Año Nuevo cuando estaba con su novio en un camino rural de Casilda y de la oscuridad apareció un hombre al que nunca había visto antes. Un extraño que se metió en el auto, le ató las manos, la tiró a la calle y la apuñaló 17 veces. Escribe que la dieron por muerta y la dejaron tirada en una zanja. Y anota que, desde la primera herida, supo que se trataba de un plan de su pareja para matarla.
"En ese momento sólo pensaba que si me tenía que arrastrar hasta la ruta para que alguien me ayude, lo hacía. Nunca perdí el conocimiento y no tuve miedo. Solamente quería salir de ahí", dice, ahora en voz alta, en una entrevista con La Capital.    
La historia que escribe Silvana ocurrió en las primeras horas de 2010. Ella la pone en palabras para no olvidar y para encontrar nuevos significados a ese ataque cruel, en el que faltó muy poco para que perdiera la vida.
Por el intento de homicidio de Silvana está detenido el policía Raúl Jesús Vitar, de 29 años, con quien ella salió tres meses antes del violento desenlace. Está siendo juzgado por contratar a un detenido con salidas transitorias para que pusiera fin a la vida de la chica de 24 años. El preso al que ella reconoció como autor de las cuchilladas se llama Juan Carlos Valentini, tiene 47 años y también está detenido a la espera del juicio.
Hace dos semanas el juez de Sentencia Julio Kesuani rechazó un pedido del policía Vitar para esperar las audiencias en libertad (ver aparte). La medida despeja el temor más profundo que anida en la chica mientras da pelea para recuperarse de las secuelas físicas del ataque: "El miedo más importante es que él salga y termine con lo que empezó".
Silvana dice que mientras se desangraba al borde del camino nunca pensó que podía morir. Pero sí lo piensa ahora, cuando mira hacia atrás y repasa su esfuerzo por sanar de las heridas, que le dejaron dificultades respiratorias, un tajo grueso que le atraviesa de arriba hacia abajo la panza, cortes en un brazo y en la espalda y lesiones en un pulmón, un riñón y la garganta. También lo piensa cuando conoce las historias de otras mujeres asesinadas por sus parejas.
Antes y después.
Antes del ataque del 1º de enero de 2010 la chica trabajaba como niñera de un nene de 12 años y otros dos de 2 y 4. Vivía con una familia numerosa —sus padres y ocho hermanos— en una casa de campo cerca de Casilda. Iba a un gimnasio y allí conoció al policía Vitar. Cuenta que él buscó amigos en común, se acercó a ella y empezaron a salir. El tenía una novia formal y mantenía una relación paralela con Silvana. Ella dice que eso no la incomodaba porque no tenía pretensiones de formalidad y estaba bien así. Se veían los jueves o en fiestas con amigos.
La noche de Año Nuevo de 2010 el policía la pasó a buscar por una casa del centro de Casilda que ella cuidaba en ausencia de los dueños. En su BMW negro con rayas grises cruzó la ruta 33, tomó por un viejo camino a Fuentes que lleva a la casa de Silvana y a unos 600 metros se detuvo. "Ahí paró el auto y entró esta persona que dijo que supuestamente era un robo, pero me atacó a mí nada más. Me pedía el celular. Yo tenía el celular, las llaves, la plata y quedó todo ahí. Me ató las manos y me bajó del auto", relató Silvana.
Con el recuerdo intacto de cada detalle, la chica precisó que el atacante dejó el arma de fuego sobre la guantera y sacó una bolsa con cuchillos. Ella logró desatarse las manos y sólo atino a gritar "no". "Me hizo arrodillar en la tierra, al lado de la zanja, y empezó con las puñaladas. Tenía tres cuchillos y eligió el más grande. Pensé que iba a usar el arma. No me explico por qué tanta saña", contó.
— ¿Que hacía el policía mientras tanto? —Seguía sentado, mirando. Tenía su pistola reglamentaria y la otra cerca del asiento, todas las posibilidades de pedir auxilio y no lo hizo. El miraba cómo el otro me apuñalaba, nada más. Es más, cuando (el atacante) entró al auto le dijo: "Quedate quieto, ya sé que sos policía". Cuando empezó con las puñaladas, Vitar le decía que me cortara la cara y el cuello. La última fue en la espalda. Sentí que traspasó una costilla y algo adentro mío hizo "crack". Ahí fue cuando me patearon los dos juntos y caí en la zanja.  
—¿Mientras eso ocurría, le recriminaste algo a Vitar?—No, ya me había dado cuenta de que era todo armado. Cuando terminó, Vitar dijo: "Ya está muerta, vamos". Y se fueron los dos juntos en el auto.  
Silvana no intuyó nada raro en el camino hacia donde la esperaba la cercanía con la muerte. Pero dice que una vez allí, apenas irrumpió el atacante, se dio cuenta de que toda la situación era inusual Cuando terminó la agresión ella quedó tendida boca arriba en una zanja de dos metros de profundidad que estaba llena de barro. Como escuchó que la daban por muerta, se esforzó por parecerlo: "Respiré hondo y me quedé quieta esperando que se fueran, tratando de no temblar".
Cuando el BMW se alejó y ella comenzó a arrastrarse entre los pastizales, pasó un auto que no alcanzó a verla. Al rato pasó otro vehículo. El conductor se detuvo ante las señas de la chica, bañada en barro y sangre, como un fantasma en medio de la oscuridad. El automovilista llamó a la policía y al lugar llegó una ambulancia. Ella no tiene dimensión del tiempo que pasó entre el ataque y la ayuda.
"A partir de la llegada de la ambulancia fue clave la inquietud del enfermero", apunta a su lado el abogado José Lanza, quien lleva adelante el reclamo civil en la causa. Según contó, mientras la asistía camino al hospital el enfermero le preguntó a Silvana: "¿Quién te hizo esto?". Y ella, que nunca perdió el conocimiento, respondió: "Estaba con Raúl Vitar cuando pasó esto". La vida no es igual para Silvana desde aquella noche. Empezó terapia para sobreponerse al trauma. No puede trabajar ni hacer deporte. Duerme con dos ventiladores por una insuficiencia respiratoria: le pincharon en tres partes un pulmón al que entró sangre y agua. "Lo que más me duele es la panza. Ahí tengo siete puñaladas y como me cortó adentro los órganos están más chiquitos". Por un corte, no puede estirar el dedo mayor de la mano derecha. Y le injertaron "dos tubitos" en la garganta (por heridas en la tráquea) que le molestan los días húmedos.
¿Quién te hizo esto?.
Así, mientras a Silvana la entubaban y le suturaban los cortes, la cúpula policial se movilizaba en la búsqueda de Vitar, un empleado del Comando Radioeléctrico que estaba franco de servicio. El propio subjefe a cargo la Unidad Regional IV, José Luis Tourn, participó del operativo. Lo encontraron en una fiesta en una quinta, a dos cuadras del hospital donde Silvana entraba a quirófano.
"Estoy en problemas, jefe. Me mandé un moco", admitió Vitar a sus superiores. Estaba muy nervioso. En el baúl de su auto encontraron su arma oficial y el revólver calibre 38 usado en el ataque. Confesó que había contactado al preso Valentini para que "le pegara un susto" a Silvana porque la chica, aseguró, le había dicho que estaba embarazada y lo "presionaba con contárselo a su novia".
Silvana lo niega. Dice que ella había tenido un atraso y se lo comentó, pero sin amenazarlo. La chica aclara que la relación no estaba oculta y que Vitar incluso frecuentaba su casa y conocía a sus padres. "No fue un susto. El me quiso matar directamente y sin que se sepa nada", expresó. En el celular de Vitar se hallaron mensajes enviados al preso en los que le prometía dinero a cambio de un trabajo.
Curar heridas.
Un año y medio le falta para completar su recuperación, estiman los médicos. Mientras tanto, con la causa penal en un tramo decisivo, Silvana mira hacia atrás para pensar el futuro: "A pesar de todo trato de tranquilizarme. Quiero terminar la secundaria y estudiar abogacía. Tengo que aceptar lo que pasó para poder seguir adelante".

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