http://weblogs.clarin.com/cronicas/archives/2008/09/_primera_clase_recuperativa.htmlHisteriqueoJuan Pablo Meneses
No conocía la palabra. Y menos, que era un verbo. Hasta antes de llegar a la Argentina, jamás había escuchado “histeriquear”. Ni sabía que había personas que histeriqueaban, o histeriquearían, o histeriquearon. Supongo que se trata, una vez más, de las enseñanzas que uno adquiere cuando se va a vivir a otro país. En Argentina conocí, por primera vez, el histeriqueo. Todavía me cuesta explicarlo bien. Tanto en mi vida en Chile como en mi estadía en Barcelona, la histeria siempre fue un adjetivo. En lo cotidiano, en aquellos lugares se usaba para calificar de “histéricas” a las personas que gritan mucho, que explotan como el gas al fuego, que se salen de sus casillas al menor estímulo. Si alguien es “muy calentón”, es un “histérico”. En Argentina la cosa cambió. Oficialmente, según la Real Academia Española, la histeria es una “enfermedad nerviosa, crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos”. En términos psicológicos, la histeria es una neurosis de trastorno, que genera angustia y problemas psíquicos. En Argentina, sin embargo, la histeria tiene una connotación mucho más popular. Y el histeriqueo, una acepción casi romántica: el coqueteo.
“Uff, una argentina te histeriqueó y la seguiste hasta aquí”, “Llegaste atrapado por la histeria de una argentina”, “¿Te enganchaste con una argentina? Bienvenido a la histeria”, eran algunas de las frases de bienvenida que recibí, de recién llegado, y que me costó un tiempo largo somatizar. Había llegado al país del histeriqueo. Por cierto, definir histeriqueo como coqueteo es demasiado simple. El histeriqueo es más perverso que un flirteo, difícilmente se concreta y busca más la atención y alimentar el ego propio. Pero, sigue siendo difícil de explicar, aún más fuera de Argentina. “¿Viste como histeriquéa Cristina cuando está con otros presidentes?”, comentaban el otro día, en una reunión entre porteños. Esa misma noche, uno de los invitados -un fotógrafo progresista- dijo en la última charla tras varias botellas: “Argentina es un ambicioso proyecto de país, que nunca se concretó”. Y tuve ganas de agregarle una pregunta: “¿Fue puro histeriqueo?”. Mucho más frecuente en mujeres (aunque cada vez hay más hombres histeriqueando), en Argentina uno nunca sabe cuándo llegará el momento del día en que la histeria se transforme en verbo. Pero, de seguro, al menos una vez sucederá. Por eso, tal vez, esta pregunta: ¿Tiene cura el histeriqueo?.
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