viernes, 20 de febrero de 2009

Aguirre, la ira de la diosa


Voy a pedir disculpas, antes que nada, por la ocurrencia del título con que encabezo este comentario, pero es que me vino como anillo al dedo, no veo porqué, si existe la ira de un dios del mismo apellido, no pueda existir la ira de su par femenino. Vuelvo a confrontar dos noticias, una acaecida en Argentina y la otra en España. Las dos referidas a la violencia de género pero, contrariamente a los que estamos acostumbrados, en los dos casos el que terminó muerto es el participante masculino. Al mismo tiempo encontramos otra particularidad, en una es notable el giro rápido e imprevisto con el que el tribunal absolvió y dictaminó la liberación inmediata de la imputada y en el otro no parece que el dictamen vaya a la misma velocidad. Un tercer vistazo marca otra diferencia, en el caso de España, a diferencia del de Argentina, el vengador no es la mujer sino su hijo. Y por último, me llama la atención que en ambos casos el arma sea un cuchillo. De todos modos lo mas importante es que si esto fuera el comienzo de una variante en el desencadenamiento regular de este drama, tampoco estaríamos yendo por buen camino. Mariana Hernández Larguía.

Absuelven y liberan a la mujer que mató a su esposo golpeador
El propio fiscal se negó a acusarla y el tribunal de La Matanza entendió que actuó "en legítima defensa". La mujer dijo que lo apuñaló durante un forcejeo, pero que fue "sin intención de matarlo". Ante el fallo, rompió en llanto y se abrazó a su hija
En un giro rápido e imprevisto, el tribunal de San Justo absolvió y ordenó la inmediata liberación de Graciela Aguirre, la mujer que mató a su marido de una cuchillada el 4 de junio del 2007. El fiscal del caso se negó a acusarla al entender que actuó en legítima defensa, lo que determinó el final abrupto del juicio.La decisión del fiscal de La Matanza Ariel Panzoni sorprendió a todos al desistir de la acusación penal. En realidad lo que hizo es atenerse al artículo 34 del Código Penal, que exime a la persona involucrada en un hecho violento cuando actúa en defensa propia o de terceros.
Para esto, Panzoni tuvo en cuenta los testimonios de Graciela y de su hija adolescente, quienes coincidieron en que no tuvo intención de matarlo sino simplemente de evitar que los siguiera golpeando. Ante esta situación el tribunal resolvió absolverla y, además, dispuso que se le envíe a la Suprema Corte de Justicia bonaerense un reclamo para los organismos que no actuaron cuando la mujer denunció abusos por parte de su marido.De esta manera concluyó en una sola audiencia el debate oral al que Aguirre (38) había llegado acusada de homicidio simple de su esposo Ricardo Avila (42). Al conocer el fallo, la mujer rompió en llantos y se abrazó a su hija. Ambas habían revivido ante el tribunal los golpes, maltratos y agravios que sufría la familia por parte del jefe de la familia.A la mañana, frente a toda la sala, Graciela contó que su pareja la golpeaba y que, en medio de un forcejeo, le clavó un cuchillo en el cuello. "Le tiré a lo ciego", aseguró. Y agregó que lo hizo "sin intención de matarlo". "Tenía miedo por mis hijos y por mí", contó la mujer ante los jueces del tribunal oral 4 de La Matanza, en San Justo. Al recordar los hechos, Graciela describió cómo era vivir con su marido. "Me pegaba y siempre amenazaba a mis hijos con pegarles", afirmó. Según dijo, su marido era alcohólico y las golpizas ya eran algo "cotidiano". Una vez, cansada de la violencia, Graciela dejó su casa: "Me fui, pero él (su esposo) me seguía. Me amenazaba. Me decía que vuelva, que él iba a cambiar y que si no lo hacía, iba a prender fuego la casa y matar a mi familia". En ese momento, uno de lo jueces le preguntó si creía que esa amenaza de su esposo podía hacerse efectiva. Sin dudarlo, la mujer le respondió que sí. "Yo creía que era capaz de eso y de mucho más", resumió. En este sentido, destacó que el hombre le decía que le a sacar a su hijo, que "no lo iba a ver más". Ese temor, agregó, era lo que la hacía volver a vivir con él.El 7 de junio de 2007, cuando ocurrió el crimen, Graciela recordó que su esposo había tomado "una botella entera de vodka" y comenzó a atacar a su hija Karina, por entonces de 15 años, a su hijo Jonathan, de 4, y a ella. Después de golpearlos y amenazarlos, el hombre "fue a la cocina, trajo un manojo de cuchillos, los dejó en la mesa y agarró uno". Así, se abalanzó sobre ella y la adolescente intentó interponerse entre ambos.
"Forcejeamos con él, yo la empujé a la nena que fue a parar contra la puerta. Él se cayó y se le cayó el cuchillo de la mano, después se levanta y toma el cuchillo", contó la mujer, quien señaló que fue entonces en ese momento en que ella tomó otro cuchillo "y le tiré a lo ciego, sin intención de matarlo". Entre sollozos, contó que al ver la herida que le había provocado a su esposo sufrió "un ataque de nervios". Cuando se repuso aseguró que pidió a los vecinos que llamaran a una ambulancia y a la Policía y que lo tomó de la mano a su hijo menor, Jonathan, "y salimos a caminar, hasta que me agarró la Policía". Hoy fue absuelta y lo que le sucedió se transformará, seguramente, en un caso testigo de la violencia familiar.

Los desafíos de la violencia de género
Cuando el agresor es el que cae muerto a puñaladas
Un chico está en la cárcel por matar a su padrastro
CARMEN MORÁN - Madrid - 16/02/2009
La relación tormentosa entre Carlota y su compañero sentimental acabó en diciembre con la trágica muerte de él, apuñalado por el hijo mayor de la mujer, un chico de 18 años que ahora está en la cárcel esperando juicio. La fiscal dice que es asesinato, la familia de Carlota asegura que el muchacho sólo defendió a la madre de un maltratador que llegó a casa aquel día, borracho como otras veces, llamando putas a la mujer y a su hija, agarrándola por el cuello y enzarzándose en una pelea con el hijastro que acabó con un final sangriento.
Recientemente, Carlota contó su historia en el Senado a un grupo de mujeres rurales congregadas allí por la asociación Femur bajo la batuta de la senadora del PP Juana Borrego. La conmoción fue generalizada.
Abdessamad Bibah nunca le pegó, pero la fue anulando poco a poco, a base de broncas, hasta que la mujer redujo su vida al trabajo y la casa. La pareja, que vivía en El Espinar (Segovia), se había hecho con la concesión del bar y la taquilla de la estación de autobuses de un pueblo de al lado. Con el pretexto de impedir robos, Abdessamad instaló cámaras en ambos sitios y vigilaba a Carlota desde el sofá de casa. "A media mañana ya me estaba llamando. Que por qué sonreía a los clientes, que cómo era tan boba de servir un Rioja si me habían pedido
Ribera de Duero". Abdessamad, "un hombre guapo, culto, viajado", como le describe Carlota, salía por las noches y a veces volvía borracho. Entonces, cualquier pequeño detalle era bueno para que se desatara la tormenta. "Se convertía en un monstruo. Al día siguiente yo le decía: pero Abdessamad, ¿tú sabes las cosas que me dijiste anoche? Es que ya no sé quién soy, si la más puta del pueblo o una mujer maravillosa". Entonces él pedía perdón y la vida, claustrofóbica, seguía su curso.
Carlota se lamenta de no haber denunciado, pero no cree que le hubiera dado tiempo. "Si yo voy a la Guardia Civil y no consigo un alejamiento, en tres días me mata tres veces".
Su caso se ajusta como un guante al relato de cientos de maltratadas. Un noviazgo apasionado donde pronto empiezan los desaires, tacita a tacita, lo justo para que el perdón se conceda cada vez. A los seis meses de salir juntos, embarazada ya, viajó con su hija a Marruecos, para conocer a la familia política. Él iría a recogerlas a Ceuta, pero no llegó, ni tampoco contestaba al teléfono. Las dos mujeres se alojaron en un hostal hasta que Abdessamad dio señales de vida y algunas excusas poco corteses.
Las recogió al día siguiente en la frontera. "Hasta allí nos acompañó amablemente el dueño del hostal, porque no sabíamos llegar. Cuando aparecimos me montó un pollo porque habíamos ido con aquel hombre".
¿Por qué no dejó la relación entonces? Carlota aún tenía la ilusión intacta y disculpaba sus propias sospechas. Y tampoco quería que su hijo naciera sin padre. El mayor, Crístofer, que ahora está en la cárcel, es el fruto de una relación corta con un americano, y la mediana, hija de un italiano que tampoco ejerció de padre, dice Carlota. "¿Tan mal lo hago que el pequeño tampoco va a tener padre?", se preguntaba entonces.
El tiempo fue disipando las dudas y los últimos dos años, harta de disputas y amenazas, la mujer le había pedido el divorcio por las buenas muchas veces. "Nada de lo que le proponía le era conveniente. Tenía celos de todo, hasta de mis hijos. Abría las ventanas y decía que se tiraría al vacío con el pequeño", llora Carlota. Con Crístofer la relación fue a cara de perro cuando el chaval tenía 13 o 14 años. "Pero ahora, justo ahora, es cuando empezaban a llevarse bien, incluso tenían previsto montar un negocio juntos", asegura.
No hubo tiempo. La última pelea surgió por un mensaje de unos amigos que la hija de Carlota tenía en el móvil. "La niña sólo tiene 12 años, pero él ya pensaba que se casaría con un sobrino suyo de Marruecos. Los dos se llevaban bien, sí, pero sólo tiene 12 años. No soportó que se mandara mensajitos con otros amigos. La llamó puta, le quitó el móvil y se fue a beber".
Cuando llegó se desencadenó la tragedia. Cerró la puerta con llave y comenzó la discusión, pero esta vez, el mayor estaba en casa. "Yo no sé quién cogió el cuchillo de la cocina. Mi hijo dice que fue Abdessamad, que el cuchillo se cayó al suelo y que Crístofer lo recogió y lo dejó encima de la lavadora del pasillo. Cuando vio que él me agarraba por el cuello y me levantaba, le apuñaló. Yo estaba saliendo hacia la calle, pero no me dejaba. Me siguió moribundo y ensangrentado escaleras abajo hasta que murió, en el descansillo del segundo piso". Carlota pidió auxilio en la calle y la Guardia Civil acudió al domicilio.
No hay estadísticas precisas, pero los expertos saben que hay homicidios que tienen de fondo un telón de malos tratos.
La semana pasada se levantó el precinto de una casa marcada por el crimen. Carlota ha cambiado de sitio los muebles, no quiere recuerdos. Ahora visita al mayor en la cárcel y se ha colocado vendiendo Thermomix, un electrodoméstico para cocinar. Enseña a usarlo por las casas. Abdessamad nunca lo hubiera tolerado.

2 comentarios:

Mariana dijo...

Hola tocaya !!!. Me ha gustado tu Blog y me parece muy interesante lo que escribes en él. Por esto te he dejado en el mío un Premio !!!. Retíralo cuando gustes.
Un abrazo desde Argentina!!

Mariana Hernández dijo...

Tocaya, muchísimas gracias por tu visita. Recién llego a mi cas en la Barceloneta después de una larga guardia de laburo, cuando recupere algo de mis fuerzas me ocupo del premio. Un abrazo.