jueves, 16 de octubre de 2008

La trivial dentadura de la rana


Mis coleguis y yo nos hemos habituado a jugar al Trivial, un juego de preguntas y respuestas bastante interesante para perder el tiempo dignamente en lugar de ganarlo con grosera asiduidad. La cuestión es que en el Trivial, y como en todo en esta vida digo yo, aparecen tanto preguntas de estúpida seriedad como respuestas de seria estupidez. Pero no nos preocupemos, también se le dice “fácil” a la mujer que tiene la moral sexual de un hombre y a nadie se le ha ocurrido discutir lo que esto significa culturalmente.
Las reglas establecidas por la humanidad tambalean las más de las veces, en bastantes oportunidades son claramente discutibles e invariablemente siempre se las puede transgredir. He aquí un respetable ejemplo de como argumentar con loable fundamento la respuesta a una pregunta de disparatada cordura.
Mariana Hernández Larguía

La dentición de la rana

Cabe enarbolar una defensa bastante digna al arrevesado tema de la dentición o no de los batracios.
En principio, manteniendo la apostura, no habría que negarse de plano a aceptar que nuestra respuesta es incorrecta y así mostrar a las claras que, a pesar de distar afortunadamente de ciertas conductas anglosajonas, también sabemos actuar, si bien no con la tan mentada flema británica, sí con la vilipendiada pero no por eso menos respetable pachorra latina. Esto en principio. Una vez que hemos hecho gala de nuestra elegancia cultural podemos pasar a exponer, siempre con buenos modales, siempre con cuidada elocuencia, lo que a continuación se suscribe.
Vayamos al punto. Si bien es cierto que el techo bucal de la puta rana esta limitado adelante y lateralmente por una pequeña arcada ósea (premaxilares y maxilares) que poseen numerosos pequeños dientes apenas visibles, que se ponen en evidencia solo pasando un dedo sobre la mandíbula, no es menos cierto que, (precisamente el dato de que estos dientes apenas sean visibles y de que sea necesario pasarles un dedo por encima para recién así evidenciarlos), convierte a la susodicha pregunta en capciosa (no olvidemos que capcioso, dicho de una pregunta, es cuando esa pregunta se hace para arrancar al contrincante o interlocutor una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca los propósitos abyectos de quien la formula). Y todo esto sin ponernos a pensar para que carajo le vamos a tener que andar pasando el dedo por la mandíbula superior a un pobre animalito que para mas INRI debería haber sido previa y prudentemente asesinado.
Ahora bien, dicho esto (y ya para que el pretexto sea de una exquisitez rayana en lo sublime, podemos argumentar con toda solvencia e inquebrantable convicción, que el techo bucal de la cavidad bucofaríngea de la puta rana cuenta, además de los diminutos dientecillos de mierda (por llamarlos de alguna manera) con dos dientes mucho mas notables y contundentes que los anteriormente mencionados pero que a pesar de eso no pueden ser elevados a la categoría de dientes ya que pertenecen a un hueso del paladar llamado vómer (de aquí que se les llame dientes voméricos).
Ya para que nuestra aclaración cobre visos de coartada y adquiera el status de ser investigado por el inefable jefe Grisson de CSI Las Vegas), podemos acoplar otros datos tales como que la arcada ósea de los dientes de la puta rana es excepcionalmente inerme (o sea sin armas y sin movimiento) lo que nos hubo de llevar, conceptualmente, a no incluir como parte del aparato masticatorio de un ser viviente algo a lo que se considera desarmado e inmóvil.
Así las cosas nos mantendremos diplomáticamente en nuestros trece y, reafirmando cada uno de nuestros datos dando suaves pero consistentes golpecillos con el puño sobre la mesa, sembraremos como al descuido el pretexto de que, a sabiendas de esto, optamos por no llamar dientes a nada que no sea comprobado fehacientemente como tal, a la sazón, un cuerpo anatómico duro que, engastado en las mandíbulas del hombre y de muchos animales, queda al descubierto en parte, para servir como órgano de masticación, de defensa e incluso del habla (y por lo tanto de la correcta pronunciación), imprescindible para la comunicación entre las personas que, en definitiva, es de lo que se trata, esto sin ánimo de menoscabar en absoluto la importancia, sobre todo ecológica, que puede llegar a alcanzar la dentición de la reputísima rana, (aunque en este caso sea siempre y cuando no traigamos a colación lo que, en su particular morfología, cuenta con mucho mas difusión que los dientes, es decir, la colita).
Y sin ir ya mas lejos queremos cerrar esta alocución dejando constancia que lo que nos movilizó a investigar minuciosamente un tema tan objetable como trivial como el previamente desarrollado, no fue precisamente la dentición de la rana, sino una escinsión del mismo que, como es de suponer, llamaba poderosamente nuestra atención y despertaba nuestros mas profundos interrogantes. ¿Qué reminiscencia machista podemos interpretar en el hecho de que los príncipes se convierten en ranas dentadas y no en desdentados sapos?. Les dejamos esa inquietud, mucho mas relacionada con los intereses laborales que actualmente nos competen.
Eso sí, dejemos constancia de nuestro alegato y aportemos las pruebas necesarias para que nuestro argumento cuente con la legalidad que le compete. Pruebas que hemos de encontrar aquí: http://www.monografias.com/trabajos12/disecc/disecc.shtml donde, por otra parte, podremos enterarnos de algunos escabrosos detalles mas relativos a la práctica indiscriminada de la disección de la pobre criaturita en cuestión.
O key. Besos para ellas y abrazos para ellos. Mariana Hernández Larguía

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