lunes, 17 de noviembre de 2008

Amar en la calle


Sandra Cabrera nació en San Juan el 27 de octubre de 1970 y fue asesinada en Rosario el 27 de enero del 2004. Ella fue dirigente sindical en la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), sindicato adherido a la CTA, del cual llegó a ser secretaria general de la delegación Rosario. Su militancia se caracterizó por la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales y por las denuncias por corrupción de integrantes de la Policía, lo que le ocasionó constantes amenazas a su integridad física y a la de su hija Macarena, tanto es así que por su muerte quedó imputado y detenido Diego Parvlusik, oficial inspector de la Policía Federal de Rosario pero, paradójicamente, hasta la fecha no se ha individualizado al autor del hecho. Después del asesinato, un pasacalle ubicado frente a la calle Córdoba decía “Sandra, tus compañeras vamos a seguir con la lucha”. Y sus compañeras siguen con la lucha. Aquí tenemos, como ejemplo, el manifiesto escrito por las mujeres de Ammar Capital para inaugurar la muestra "Ninguna mujer nace para puta", en Buenos Aires, en mayo del 2006. Se los dejo. Nadie te olvida, Sandra. Mariana Hernández Larguía.

Soy una mujer. No una cosa. Me expropian mi cuerpo los proxenetas, los clientes, los policías, los políticos, los sindicalistas. Y estoy aquí para decir basta. Soy una mujer organizada y no me refiero a cómo me organizo para planchar, cocinar y fregar. Me organizo para ser una mujer más autónoma y libre. Me organizo porque estoy harta de tanta injusticia. No soy sola contra el mundo y estoy aquí para decir basta. Al Estado le pregunto, ¿porqué no tengo trabajo?, ¿por qué no tengo educación?, ¿por qué no soy dueña de decidir sobre mi vida y mi cuerpo?. El Estado nos quiere conformar con una caja de alimentos. El Estado quiere crear dependencia en nosotras a través de programas vacíos que son una atadura humillante para taparnos la boca. Y estoy aquí para decir basta. A la sociedad le digo, señor, señora, no crea que me gusta estar parada en la puerta de su casa. Por eso hoy quiero aclarar un par de cosas. No sean hipócritas. Mis clientes son sus hermanos, maridos, primos, hijos y curas confesores. Señor, señora, no necesito tu condena, te la devuelvo. La prostitución no es un tema de las putas. Si no me querés en la esquina, luchá conmigo. Gritá conmigo. ¡Estoy aquí para decir basta!.

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