viernes, 15 de agosto de 2008

Querido tío Cristián

Este es mi tío Cristián, mi único tío paterno, un hombre para el cual la música ha sido su vida. Está nota ha salido publicada en un diario de Argentina. La he puesto en mi blog como un homenaje a su valentía y al inmenso amor que siempre le he tenido a pesar de no coincidir muchas veces con él políticamente. Mi admiración aumentó con creces el día en que con una edad en donde la gente en general se transforma en espectador de su propia vida, él eligió seguir siendo un hacedor y sé jugo hasta los tuétanos por la mujer que hoy sigue siendo su amor.
Dos en la noche
Cuatro de la madrugada de un domingo. Avenida Pellegrini es un desierto y apenas dos o tres oasis se abren en la helada soledad. En la esquina de Rosas una extraña dupla toma café o cerveza y charla. Habla, sí. Esa costumbre que tantos han perdido. Los dos tienen más de setenta años. Pero todavía guardan dentro suyo el viejo fuego. La pasión que los alimenta desde siempre. Y los sostiene. Uno viene de los libros pero la música lo acuna cada noche. Respira poesía y jazz. Borges y Miles Davis. Girondo y Oscar Peterson. Aunque Mozart no le es desconocido. Y tampoco Goyeneche. El otro se duerme con la cabeza apoyada sobre un pentagrama pero el país nunca le fue indiferente. Furioso anticlerical, sus cartas de lectores publicadas habitualmente en La Capital son esperadas tanto por sus admiradores como por sus detractores. Ríspido polemista, conoce a Bach como muy pocos en la Tierra. Los dos son parte de una Argentina que ya se fue. Pero tercos como son, duran y duran. No se rinden. No se quejan. Ambos están enamorados de una mujer y lo dicen sin miedo. Jamás creyeron que el detestable paso del tiempo les impidiera dar y recibir. Y dan, dan y dan. A veces, como los buenos amantes, también reciben. Son un ejemplo y aunque lo sepan no lo creen y aunque lo crean, no les importa. Esta ciudad que tantas veces elige espejos rotos para mirarse debería mirarse más en ellos y en quienes son como ellos. Que son cada vez menos. A las siete de la mañana, cuando la fría penumbra del invierno se vuelve claridad, se despiden y vuelven a casa. Gary Vila Ortiz y Cristián Hernández Larguía son amigos.
12-08-08 Por Sebastián Riestra / La Capital

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